Hacía algunos años que tenía muchísimas ganas de conocer la costa oeste de Estados Unidos. La verdad es que no me llamaba tanto la atención la ruta más transitada que recorre las playas más concurridas de California, sino el camino hacia el norte, hacia los frondosos bosques que se juntan con la costa del Pacífico. Así, siguiendo la Highway 101 que flanquea toda la costa del Pacífico que toca a Estados Unidos, nuestro recorrido nos llevó desde San Francisco, en California, hasta Astoria, en el norte de Oregón.
Ha sido un viaje de contrastes; de increibles bosques milenarios y playas de arena fina larguísimas. De pasar por numerosos pueblos con su propia idiosincrasia. De disfrutar de muchos kilómetros de carretera y naturaleza. Por si a alguien le pudiera ser útil, a través de varios posts iré explicando etapas de la ruta, alojamientos y lugares que visitamos.
Un plan de viaje
En el momento de planear un viaje, siempre doy mucha importancia a la época del año en que se visita un lugar. Nosotros nos decidimos por el mes de Junio. Aparte de por la conveniencia de los vuelos, sobre todo por el clima. En toda la zona de la costa que visitamos, exceptuando San Francisco, alternábamos manga corta, sudadera o chaquetas ligeras. La temperatura oscilaba durante el día entre los 16 y los 20ºC, y por la noche entre los 10 y los 15ºC. Un clima ideal para hacer excursiones. Además, a principios de Junio los parques naturales de Estados Unidos están todavía prácticamente vacíos. Ojo si se viaja en Julio-Agosto, ya que es el momento en que el turismo local llena carreteras y parques y la experiencia de la visita puede cambiar bastante.
A continuación adjunto un mapa con la ruta principal que hicimos:
Cogimos un vuelo directo desde Barcelona a San Francisco con la compañía Norwegian. El vuelo dura unas 12 horas y 20 minutos la ida y 11 horas la vuelta. Norwegian ha empezado este año a operar varios vuelos transoceánicos directos desde Barcelona, y parece que el año que viene se van a seguir abriendo rutas. La verdad es que comparada con otras compañías low cost, esta no está mal. Cada asiento dispone de su propia pantalla con entretenimiento, y la comida es aceptable.
El gran fallo que le encuentro a sus aviones es que para vuelos tan largos, se agradecería que los asientos fueran de 2 en 2 al menos en alguna zona del avión (en primera clase sí tienen asientos de 2, pero son bastante más caros, of course). Y es que tener que pedir a alguien que se levante cada vez que tú quieres ir al lavabo en un vuelo de 12 horas es bastante molesto, para tí y para el pobre acompañante que a lo mejor está durmiendo. En fin… todo sea por llegar a destino.
Llegada al aeropuerto de Oakland
Aterrizamos en el aeropuerto de Oakland, uno de los cinco que están en la órbita de San Francisco. Al al ser un aeropuerto pequeño, pensaba que en la aduana nos despacharían rápido, pero no fue así. Tuvimos nuestra horita de cola de rigor, que después de un vuelo de más de 12 horas se hace ya cuesta arriba. Después de pasarla nuestro siguiente y casi último paso antes de poder echarnos a descansar era el alquiler del coche. Lo contratamos a través de la compañía AVIS, un Volkswagen Beetle automático que nos fue perfecto todo el viaje. La verdad es que después de alquilar coches en Noruega o Islandia, el rental car de Estados Unidos me parece barato (como en nuestra estancia en San Francisco íbamos a prescindir del coche, fueron unos 370 dólares por 9 días de alquiler, incluyendo segundo conductor y GPS).
Previendo que estaríamos muy cansados después del viaje y que además entre una cosa y otra se nos haría tarde, decidimos quedarnos a dormir en un hotel a unos 5 minutos del aeropuerto. Así, nos alojamos en el Days Hotel Oakland Airport, asegurándonos de que tuviera un buen aparcamiento privado antes de reservarlo. Un alojamiento sencillo, pero con camas muy grandes y confortables. Aunque llegue un poco de ruido de la autopista, es totalmente recomendable si quieres dormir cerca del aeropuerto sin que te saquen las tripas al pagar la cuenta. Además, justo al lado de la recepción del hotel hay un diner con pantallas retransmitiendo deporte donde se puede cenar algo rápido y decente. De hecho, esa noche antes de ir a dormir cené uno de los mejores spaghetti que comía en mucho tiempo.
Cruzando el Golden Gate
A la mañana siguiente ya acusábamos el jet lag y a las 5:00 de la mañana estábamos totalmente despiertos y con ganas de ponernos en marcha. Así, esperamos a que abrieran la cafetería del hotel a las 06:30 y después de un desayuno no muy apetitoso (era un buffet libre con poca cosa y con menos que apeteciera meter en el estómago) , nos pusimos en marcha para enlazar ya con la Highway 101 y empezar nuestra ruta.
Habíamos planeado pasar el día recorriendo tranquilamente el camino hasta Trinidad, donde íbamos a dormir las dos primeras noches. Hasta Trinidad sólo habían unas 5 horas y 20 minutos de trayecto, por lo que teníamos tiempo de ir parando durante el día en cualquier sitio que nos llamara la atención. Pero esas 5 horas y pico se acabaron convirtiendo en más de 7 porque no contábamos con la multitud de atascos que nos íbamos a encontrar hasta que pasamos San Francisco.
Todavía no sé muy bien si fue fallo del GPS que nos llevó por donde no debía, pero acabamos de lleno en todo el meollo que se mueve a primera hora alrededor de la ciudad. De hecho, algo que no esperaba, nos llevó directos a cruzar por el Golden Gate, por lo que las dos horas de más de viaje al menos valieron algo la pena 🙂 Una fina llovizna caía sobre la bahía, y la niebla ese día también había hecho acto de presencia. Cruzar el icónico puente con esa atmósfera fue realmente lo que marcó el inicio de nuestro road trip.
El verde y húmedo paisaje de la bahía daba paso a colinas amarillentas salpicadas por algunos árboles; algunos tramos también estaban cubiertos por la niebla que bajaba de las montañas. Pasamos por algún pueblo que conservaba sus casas de madera de lo que solemos llamar pueblos del viejo oeste, muchos carteles indicando la entrada a viñedos donde realizar catas de vino, afueras de ciudad muy parecidas unas a otras, con interminables filas de carteles anunciando las mismas cadenas de franquicias.
Una parada de aprovisionamiento
Llegaba la hora de comer, y después de pasar por varios pueblos que o bien quedaban algo alejados de la 101 o bien no invitaban mucho a parar, nos encontramos con Laytonville. Su main street tenía al menos un par de locales apostados a la carretera donde anunciaban café y comida, y nos decidimos por el Wheels Cafe & Pub. Tenía una pequeña terraza, cafetería con una carta ofreciendo ensaladas, hamburguesas,todo tipo de sandwichs, y algunos platos que aquí llamaríamos combinados. Con un pub adyacente por donde pasabas si querías ir al lavabo, que a una hora temprana del mediodía estaba prácticamente vacío. Pedimos unas hamburguesas que sin estar mal, no eran nada del otro mundo. Un sitio correcto para una parada rápida.
Si no quieres dejar la 101 en tu camino hacia la costa, Laytonville es también un buen sitio donde comprar víveres (un pueblo pequeño sin tráfico ni complicaciones para aparcar). Justo delante del Wheels Cafe & Pub hay un supermercado bastante grande donde se puede encontrar de todo, también vino o cerveza. Y es que después de viajar por países donde sólo puedes comprar alcohol en tiendas especializadas y con horarios muy muy específicos, se agradece poder encontrarlo todo en un mismo sitio. Por cierto, los vinos de California que probamos estaban realmente bien. Nada que envidiar a los nuestros.
Avenue of the Giants
Dejando Laytonville, nos dirigimos a lo que pensábamos iba a ser nuestro punto estrella del día: la Avenida de los Gigantes. Y no nos equivocábamos. Había leído que era muy visitada y visto alguna imagen. Pero no imaginábamos lo mucho que nos iba a sorprender y maravillar esa avenida de árboles enormes, sólo presentes en poquísimas zonas de nuestro planeta. Sequoias gigantes flanqueando la carretera durante 49 km., entes que pueden llegar a los 3.000 años y superar los 100 metros de altura. Esa primera aproximación a las sequoias fue una experiencia fantástica.
La Avenida de los Gigantes se encuentra en lo que fue la antigua Highway 101, hoy la State Route 254. Forma parte del Humboldt Redwoods State Park, una de las extensiones vírgenes de sequoias más grandes del mundo. Para tener una idea de dónde coger el desvío y SOBRETODO no pasarlo de largo: viniendo desde San Francisco puedes encontrar la entrada un poco después de pasar la población de Garberville. Si por el contrario, vienes desde el norte, la entrada puedes encontrarla al dejar atrás la población de Stafford. La ruta está bastante bien indicada, por lo que no tiene pérdida.
La llegada a Trinidad
Una vez pasada la Avenida de los Gigantes, volvimos a enlazar con la Highway 101. Nos quedaba una horita más para llegar a Trinidad. Después de pasar por varios pueblos con afueras bastante dejadas y cuyo panorama no era muy halagüeño, nos sorprendió encontrarnos con el bonito pueblo de Trinidad. Era donde íbamos a pasar las dos noches siguientes, en una casita alquilada a través de Airbnb. Las fotografías de nuestro anfitrión no hacían justicia al rinconcito donde estaba nuestro alojamiento. Después de pasar varias casas muy cuidadas en medio de los bosques de Trinidad, nos encontramos con la casita roja y blanca que habíamos reservado. El emplazamiento era magnífico.
Una vez instalados a última hora de la tarde, descansamos un poco y preparamos la cena. Después de una última copa en el porche no tardamos en caer. El día siguiente íbamos a dedicarlo a visitar Redwood National State Park y después de los dos días que llevábamos había que descansar. Si quieres leer el siguiente post sobre la visita a Redwood haz click aquí.
PD – Aquí adjunto una nota que los anfitriones habían dejado en la nevera. Wow!!!
[…] día siguiente de nuestra llegada a Trinidad (si quieres ver el post del día anterior haz click aquí), lo dedicamos a visitar algunos puntos de Redwood National and State Parks. El jet lag se hizo […]