No creo que prácticamente nadie utilice la palabra infierno para describir los bosques de Canadá. Supongo que yo tampoco lo haría si no hubiéramos cometido la imprudencia de visitar Ontario en pleno mes de Junio, cuando la maldita mosca negra está en plena ebullición. Creo que por eso no había escrito nada todavía sobre este viaje. Por eso, y porque tuve la mala suerte de coger una faringitis aguda sólo dos días después de bajar del avión. Todo un cúmulo de despropósitos. Aunque también hubo algunas cosas buenas.Los primeros días de viaje todavía no habíamos llegado a ese mundo lleno de insectos cerca de Algonquin. Eso sería algo después.
Ontario
El este del país queda bastante alejado de las imágenes de grandes montañas que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en Canadá. Ontario es bastante plano, y es difícil recorrer varios kilómetros sin ver una acumulación de agua. Enseguida te das cuenta de porqué la llaman región de los Grandes Lagos. Aquí también encontramos la capital del país, Ottawa, y su ciudad más poblada, Toronto. Es a Toronto donde llegamos con un vuelo directo desde Barcelona.
Nuestra primera visita al aterrizar no iba a ser Toronto, la ciudad la dejábamos para la vuelta. Esa noche ya íbamos a pasarla en uno de esos lugares de película: Niagara.
Niagara Falls
La zona canadiense de Niagara Falls se divide entre el complejo de hoteles y una zona residencial que queda bastante alejada de las cataratas y que es donde parece que viven sus habitantes. En comparación con la zona turística, ésta última se ve algo dejada. La visitamos un domingo por la tarde que llovizneaba, y el único local abierto era una iglesia llena de feligreses. El ambiente de la calle era algo oscuro, muy diferente del mundo luminoso de la zona turística.
Otra cosa es todo el complejo que rodea a las cataratas: una «tourist trap». Hoteles gigantes, moteles, casinos y más casinos, junto a una amalgama de restaurantes temáticos y de buffets libres con el lema «coma todo lo que quiera por 5 dólares». Eso es Niagara Falls. Pero si olvidamos lo que las rodea, las cataratas son bastante impresionantes. Lástima que sea difícil obviar esas moles que se ciernen sobre el agua.
Convertida en un destino vacacional ya en el siglo XIX, poca gente no ha oído hablar de Niagara. Es uno de esos destinos kitsch que merecen una visita. Levántate temprano y disfruta del paseo alrededor del agua. Tampoco hace falta un gran madrugón. A las 8 de la mañana las calles todavía están prácticamente desiertas.
Comer y dormir en Niagara Falls
La lista sería interminable. Hay multitud de hoteles y restaurantes, para todos los presupuestos. Puedes consultar la web oficial https://www.niagarafallstourism.com/
Como experiencia personal, estuvimos muy cómodos en el Radisson. Dispone de habitaciones con grandes ventanales y vistas a las cataratas. Uno de esos hoteles enormes con una fachada con poca personalidad. Pero las habitaciones son realmente cómodas, con un enorme lavabo y una cama gigante y confortable.
Para comer o cenar recomendaría My Cousin Vinny’s. No sé si cenar allí la primera noche, hambrientos y cansados después del vuelo, tuvo algo que ver. Pero encontré que servían una pasta deliciosa. Y el ambiente, con música de Frank Sinatra de fondo, acompañaba bastante.
El Hornblower: en barco hacia los pies de las cataratas
Niágara se divide entre Canadá y Estados Unidos. En cualquiera de los dos países encontrarás una oferta interminable de actividades. Nosotros optamos por un par de las más famosas. La primera de ellas es la imprescindible si visitas Niágara: subir al barco que llega hasta el pie de las cataratas. Si llegas de los primeros no encontrarás prácticamente a nadie en la cola, y podrás pasear de un lado a otro de la proa del barco sin problemas de espacio. Ataviados con la bolsa rosa que te dan para evitar que el agua te cale la ropa, nos dirigimos a la cubierta a disfrutar de las vistas y el agua.
Un pequeño paseo tras el agua
Bajo el nombre «Journey behind the falls» se encuentra una atracción que te lleva detrás de la cascada. Un ascensor baja unos 40 metros y llega a una plataforma que prácticamente toca el agua. También se recorren unos metros de túneles; los más antiguos tienen más de 130 años. Aunque las vistas son mejores desde el barco, si se dispone de tiempo es una visita recomendable.
Niagara-on-the-Lake
Dormir a unos metros de las catáratas del Niágara tiene su qué. Pero si hubiera sabido lo que me iba a encandilar la pequeña población de Niagara-on-the-Lake quizá hubiera optado por ella para pasar las dos noches que estuvimos en la zona. Como bien indica su nombre, este encantador pueblecito se encuentra a los pies del gran lago Ontario. Aparcar el coche y llegar paseando hasta el agua es un corto paseo precioso. Mientras caminas hacia el lago, lejos del bullicio del centro, te vas encontrando con varias mansiones antiguas que parecen salidas de un decorado. Una vez en la orilla se puede contemplar el enorme lago con sus barcos fondeados, y a lo lejos Fort George, que visitaremos más tarde.
En las avenidas principales también se conservan en perfecto estado sus casas levantadas en el siglo XIX, destacando entre ellas el Prince of Wales Hotel, construido en 1804.
En junio las calles estaban muy concurridas, con gente paseando arriba y abajo, entrando en las pequeñas tiendas de souvenirs y las galerías de arte. Niagara-on-the-Lake también tiene multitud de restaurantes y cafeterías con terrazas, bastante llenas por cierto si el tiempo acompaña. Imprescindible entrar a su antigua farmacia. Declarada monumento histórico, al entrar por la puerta te ves transportado a otra época. En conjunto, un pueblo de postal.
Fort George
Fort George es una estructura militar desde la que se libraron varias batallas en la conocida como guerra anglo-americana de 1812. Está en un bonito emplazamiento muy cerca del núcleo de Niagara-on-the-lake, rodeada por el lago Ontario y un frondoso bosque. En las diversas dependencias se han conservado mobiliario y objetos, y varios personajes vestidos de época rondan por las habitaciones para comentar cualquier duda que tenga el visitante. Si te gustan este tipo de recreaciones históricas Fort George es una buena opción a visitar.
Después de deambular un poco más por Niagara, ganarnos una multa de aparcamiento (que guardo todavía, no todo el mundo tiene una multa de Niagara Falls 😅), y cenar en un grill que no merece mucho mencionar, dábamos por acabado el día. Nuestra siguiente estancia la íbamos a hacer cerca de Algonquin, un parque natural lleno de fauna y… mosquitos.