Hace ya unos años que visitamos el castillo de Montsegur. Por lo que recuerdo, quizá el viaje hasta allí valga mucho más la pena por el magnífico paisaje, la carretera que lleva hasta Montsegur, y por las vistas que hay desde el castillo que no por el castillo en sí. De lo que una vez debió ser una construcción impresionante sobre la montaña, hoy sólo quedan parte de las paredes exteriores del castillo (los restos actuales fueron levantados después de la derrota de los cátaros). Y es que quien vaya a Montsegur no debe hacerlo sin conocer antes un poco su historia. Una introducción al pasado de este conocido lugar puede añadir bastante interés a la excursión.
Quizá Montsegur sea el castillo más asociado a los cátaros. El catarismo fue una doctrina de gran importancia para la historia de la zona que ocupa hoy el sur de Francia y el norte de Catalunya.
Los cátaros distinguían dos creaciones: una verdadera, la de Diós, y una ilusoria, el mundo visible. Y distinguían también entre dos principios: el principio del bien y el principio del mal. Para ellos nuestro mundo visible no era una creación divina, algo que se consideraba una herejía en la época de la que hablamos, siglo X-XIII. Según su lógica dualista, era inimaginable que Diós, principio de todo el bien, hubiera podido sembrar el germen del mal, ya fuera por la incapacidad de crear espíritus buenos o, todavía peor, por el placer de atormentar a su propia creación con el mal.
Dicen los mitos cátaros que el principio del Mal consiguió apoderarse una vez de las almas angelicales irrumpiendo en el cielo del Diós verdadero. Así, Satan materializó a estos seres en dos clases de ángeles del mal: los que fueron seducidos y los que fueron capturados. Los primeros son los demonios, y los segundos son los hombres. Estos ángeles capturados por Satan son mantenidos en reserva y introducidos en los cuerpos a medida que se producen actos carnales. Esta transmigración de las almas o metempsícosi es un elemento clave en la doctrina cátara. El número de transmigraciones es limitado de 7 a 16, según los autores. La reencarnación tenía lugar en un cuerpo determinado, de hombre aunque en ocasiones también podía ser de animal, según los méritos del individuo en la última encarnación.
En una época tan convulsa como el siglo X, los cátaros predicaban la igualdad entre las personas y negaban el valor de la riqueza. Tampoco creían en una jerarquía eclesiástica a la manera de la iglesia católica. Los bons homes o perfectos, aquellos que en esta vida ya habían llegado a la perfección, se habían desprendido de toda atadura terrenal y vivían una vida realmente austera. Creían también en la igualdad entre hombres y mujeres (entendiendo la época de la que hablamos), pues las mujeres podían ser también bones dones. La vida de penitencia que llevaban estos perfectos (castidad absoluta y prohibición de comer animales y toda clase de derivados animales a excepción del pescado) no era obligada para los creyentes. Si alguien no tenía voluntad para entrar en esta vida ascética no pasaba nada, pues la rueda de la reencarnaión seguiría y habrían más ocasiones para poder salvarse.
A partir de 1232 Montsegur se convertirá en sede y capital de la Iglesia Cátara. Hasta 1243, cuando 10.000 hombres armados asediarán la fortaleza durante 11 meses, con un final trágico para más de 230 cátaros, que acabarán quemados en la hoguera por no querer renunciar a sus creencias.
Cuenta la leyenda que la noche antes de la quema de cátaros en la hoguera, un grupo de hombres escapó del castillo llevando un tesoro. Se ha especulado sobre si el tesoro sería el Santo Grial, el tesoro templario, objetos rituales cátaros, o incluso los mismos catáros que escaparon en sí. La verdad es que no hay ninguna prueba real de lo que cuentan estas leyendas, pero fueron suficientemente atrayentes para que los nazis se acercaran a Montsegur en busca del mágico Santo Grial.