Me resulta difícil plasmar en palabras lo que me ha cautivado esa isla remota y salvaje. Así que como sucedáneo a algo más poético, haré un pequeño resumen de lo que vimos por esos lares y daré algunos detalles que espero puedan resultar útiles al viajero que decida visitar Islandia.
Mes de Agosto de 2013. Saliendo desde Barcelona, llegamos a Reykjavík casi a la una de la madrugada con la aerolínea Vueling. Es lo que tiene el low cost: horas de llegada algo intempestivas y asientos diminutos donde cuesta sentirse cómodo. Al llegar nos alojamos en el Bed & Breakfast Keflavík Airport, que se encuentra a 5 minutos del aeropuerto. No tengo nada ni muy bueno ni muy malo que decir sobre este alojamiento. Para dormir y punto. En su favor un detalle: las camas son enormes y muy cómodas, y si ignoras el ruido de los aviones que aterrizan y despegan se le podría dar una puntuación correcta.
Por la mañana, después de recoger el coche de alquiler, empezaba nuestra ruta hacia el norte. El destino era Húsavík, en un trayecto que desde Keflavík supone unas 6 horas y media pero que con las paradas en el camino se convirtieron en algunas más. Adoro las carreteras solitarias, y si a éstas les añades el cambiante paisaje islandés, tienes como resultado algo perfecto. Y es que sólo salir de la zona gris que rodea el aeropuerto (el área había sido una antigua base aérea americana) te encuentras de repente con un panorama que sólo puede describirse como espectacular.
Lo primero que me llamó la atención es que en muchos de los tramos de la carretera la tierra es negra. Un negro mezclado con ese verde extremadamente brillante que normalmente sólo vemos en zonas muy al norte. Además, sólo salir de Keflavík ya se empiezan a ver esas grandes montañas islandesas con formas y tamaños impresionantes. Hay agua por todas partes: pequeñas cascadas, lagos y fiordos que van amenizando el camino alrededor de la isla.
Nuestra primera parada no programada la hacemos al encontrarnos con un campo de lava, a unas dos horas de Reykjavík. Nos llama tanto la atención que no podemos evitar apartarnos en un hueco de la carretera y empezar a hacer fotos a estas curiosas formaciones coronadas por un musgo de ese vivo color verde. Aunque Islandia esté formada toda ella de lava, sólo aproximadamente un 12% de la superficie de la isla está calificada como campo de lava.
Al ir alejándonos de Reykjavík la carretera está cada vez más solitaria, algo que se va acrecentando a medida que nos acercamos al norte. En muchos tramos miro hacia los dos lados del camino y no veo ningún signo de presencia humana. Sólo naturaleza en estado puro. Pasamos por lugares con suaves colinas, y también por puertos de montaña. Llueve intermitentemente, pero no tanto como para dificultar la conducción.
Llegamos a Húsavík hacia las 6 de la tarde, después de varias paradas en el camino, incluyendo nuestra búsqueda de un supermercado en Hvammstangi. Se puede comprar en supermercados más grandes en Húsavík, pero como íbamos a llegar algo tarde para los estándares de los países nórdicos, preferimos ser precavidos y llegar con nuestros víveres a destino. Nos íbamos a alojar en una cabaña de madera, pero realmente las fotos de la web no hacen justicia al sitio tan increíble que nos encontramos al llegar. Las cabañas no son muy grandes, pero están cuidadas y decoradas con todo tipo de detalles. Son acogedoras y cómodas, con habitación, sala de estar, lavabo cocina y una terracita donde sentarse a ver anochecer. Pero lo mejor son las vistas. Aunque estés cerca de otras cabañas, están colocadas de manera que desde la ventana o incluso desde la terraza da la sensación de estar solo, con unas vistas que dan a un pequeño lago y después al mar. La guinda la ponen las montañas con nieve perpétua que hay delante. Pasé unos días muy especiales allí. Volvería con los ojos cerrados. A continuación dejo el link del alojamiento: http://www.cottages.is/
A finales de Agosto ya no hay sol de medianoche. Pero hay luz hasta tarde, más o menos las 10:30 de la noche. Así que antes de empezar a aposentarnos decidimos dar un paseo caminando hacia el mar. Soplaba un viento infernal, por lo que llegamos hasta el acantilado que se ve bordeando el mar pero no hasta la playa. Aquí dejo algunas imágenes.
El día siguiente queríamos dedicarlo a ver el famoso Diamond Ring en el norte. Es la zona que más me impresionó, quizá porque fue mi primer contacto con esos paisajes que parecen sacados de otro planeta que te puedes ir encontrando por Islandia. Pero empezaré hablando un poco de Húsavík, donde paramos antes de ponernos en ruta. Como todavía no habíamos visitado el pueblo nos llevamos una grata sorpresa. Diría que es el pueblo más bonito que vimos en nuestros trayectos por la isla (y es mucho decir, pues Islandia no destaca precisamente por su arquitectura). Se encuentra encajado en una había rodeada de acantilados, unas vistas que recuerdan algo a la Inglaterra y Normandía de la zona del Canal.
Este punto de Islandia se ha convertido en la meca de la isla para ver ballenas. Sólo hace falta darse una vuelta por el puerto para ver multitud de visitantes que llegan a Húsavík en busca de esos sensacionales mamíferos. En nuestro caso no llegamos a coger ninguno de los «whale-watching» que se sucedían durante el día; hacía un par de años habíamos tenido la suerte de ver ballenas en un barco que salía desde las islas Vesteralen (en Noruega) y decidimos aprovechar esas horas para ver otros rincones islandeses.
A parte de los tours para ver ballenas, en Húsavík se puede visitar su pequeña iglesia, el museo del falo, y como no, dar un paseo por el centro del pueblo, que acotaría a la zona del puerto. Visitamos la iglesia y dimos un paseo por la zona céntrica; nos dejamos el museo del falo (por falta de tiempo y porque con todo lo que había para ver en Islandia no nos llamaba mucho pasar el tiempo viendo penes de animales). De Húsavík también quiero destacar la historia de su fundación, algo que leí en la guía que llevábamos. Según la Guía Azul (Ed. Gaesa): «fue verdaderamente en este lugar y no en Reykjavík donde arribó por primera vez un colono vikingo con la intención de poblar las tierras de la misteriosa Última Thule. Se trataba del sueco Gardar Svavarsson, un aventurero escandinavo que adelantándose a la llegada del histórico Ingólfur Arnarson atracó en este mismo lugar en el año 850, levantando un amplio complejo de edificaciones a las que bautizó simplemente con el nombre de Húsavík, bahía de las casas. Gardar permaneció un invierno completo en este enclave realizando labores de descubierta, pero al llegar la primavera siguiente decidió abandonar su hacienda, dejando tras de sí a un reducido grupo de sirvientes, más probablemente como castigo que como avanzada justificativa de su posesión del lugar, motivo por el que no se considera a estos primeros isleños como pioneros de la colonización.»
Nuestra siguiente parada del día ya sí era en el Parque Nacional de Jökulsárgljúfur, al principio de la ruta de lo que se conoce como «Diamond Ring». Empezamos el recorrido en Ásbyrgi, donde se encuentra la oficina de información de la zona (abren del 1 de Mayo al 30 de Septiembre). Aquí compramos un mapa de las carreteras que recorren el parque natural. Siguiendo la ruta desde Ásbyrgi hacia el sur, se puede escoger entre dos caminos, la 862 y la 864. Por lo que había leído en algunos foros valía la pena coger la 862, y lo mismo nos dijeron en la oficina de turismo. Casi todo el recorrido está sin pavimentar, pero pueden pasar coches normales (es decir, no hay necesidad de 4×4). Al menos en la época en la que viajamos allí, a finales de Agosto. Además, la 862 tiene más puntos donde es imprescindible una parada para hacer alguna ruta caminando. No tengo el mapa escaneado que nos vendieron en la oficina de turismo, pero sí un mapa esquemático de las carreteras que rodean el parque. A continuación adjunto el link de la página oficial del parque. Clickando en el mapa se pueden ver las características de estas dos carreteras con más detalle.
La siguiente parada la hacemos en Hljóðaklettar. Es aquí donde empezamos a ver de cerca el gran cañón que preside el parque, uno de los más profundos de Islandia: 25 km. de largo y 500 metros de ancho, con una profundidad de 100 – 120 metros en algunos puntos de su recorrido. Hljóðaklettar (Rocas del eco) se encuentra en la zona llamada Vesturdalur, desde donde salen 6 rutas diferentes, con varias distancias y dificultades. Todos los caminos se encuentran muy bien indicados, y parten desde un aparcamiento donde además hay mesas de picnic, zona de camping, lavabos y grifos con agua potable.
Escogemos una ruta de 3 km. (es un recorrido circular) que nos llevará a través de columnas de basalto que forman un laberinto de formas extrañas. Encontramos a 4 personas contadas por el camino, por lo que la soledad del lugar y el sonido del río Jökulsá resonando en las rocas crea un ambiente singular. Entre las distintas formaciones destaca la llamada Kirkjan (iglesia), donde la ondulación de la lava creó una especie de cueva enorme. Vale la pena acercarse y llegar hasta la entrada de la «cueva» para ver su magnitud.
Una vez hecha la ruta por Hljodaklettar y tomado un tentempié en la zona de picnic, seguimos hacia Dettifoss. A partir de aquí el camino empieza a ponerse cada vez más interesante. Desaparece la vegetación y todo se vuelve más árido y pedregoso. La carretera continúa siendo de tierra batida, lo que añade todavía más esa sensación de irrealidad al paisaje. Miro a lado y lado de la carretera y la vista se pierde en el horizonte, no hay nada. Aquí sí que da la sensación de estar en los confines del mundo.
Y llegamos a Dettifoss, uno de los lugares donde la fuerza de la naturaleza me ha causado más impacto. Realmente es difícil describir con palabras lo que sentí al acercarme a esa masa de agua bestial que es Dettifoss. Es uno de esos puntos que merecen una visita al menos una vez en la vida. No es sólo la catarata, es todo el paisaje que la rodéa: las rocas enormes que lo presiden todo, la tierra oscura, casi negra, tan característica de Islandia, el impresionante cañón que se ve a lo lejos. Un conjunto que parece sacado de una película de ciencia ficción. Sobrecogedor.
Desde los 44 metros de altura de Dettifoss se precipitan 500 metros cúbicos por segundo de aguas glaciares que arrastran sedimentos, lo que crea un estruendo de tales dimensiones que al borde del precipicio uno se comunica a gritos. Por algo se dice que esta es la catarata más potente de Europa. Desde este flanco del cañón además es posible acercarse muchísimo a ella. Otra razón para seguir la ruta 862: es la que ofrece mejores vistas de Dettifoss, ya que permite una visión más frontal de la misma y una aproximación que sería imposible desde el margen opuesto.
Tocaba empezar a volver hacia Húsavík. Seguíamos impresionados con el camino de vuelta, pero el día había sido intenso, así que continuamos hasta nuestra cabañita para una ducha caliente y apestosa a azufre. Había olvidado comentar lo del agua. En Islandia el agua caliente huele a huevos podridos. Pensaba que con los días me acostumbraría, pero no pasó. El consuelo es que más natural imposible. Así que hay que ignorar el olorcillo y disfrutar de ese baño reparador antes de salir otra vez al viento glacial de la isla.
Esa noche habíamos decidido dejar la cabaña y cenar fuera para probar un poco la comida local. Había leído en una guía que en uno de los restaurantes del pueblo (Gamli Baukur) amenizaban las noches de fin de semana con música en directo y que valía la pena visitar el local por el ambiente festivo que había. Sería en pleno verano, porque a finales de Agosto a las 8 de la tarde apenas quedaba un alma caminando por la calle, la terraza del restaurante estaba vacía (como para no estarlo), y sólo se ocupaban mesas en la parte más diminuta del comedor. De todas maneras el sitio por dentro era bonito, bastante tranquilo esa noche, y probar el pescado local con una buena botella de vino blanco compensaba la salida. Aquí dejo el enlace a la web del restaurante: http://www.gamlibaukur.is/home/
Al día siguiente habíamos decidido visitar otra de las zonas imprescindibles del norte: el área del lago Mývatn. Íbamos a empezar la visita por Reykjahlíð, tomando un café en el pueblo y cogiendo un mapa más detallado de la zona en la Oficina de Turismo. Un consejo para los que también vayáis por libre en Islandia: llevad las rutas y visitas imprescindibles que queráis hacer bastante preparadas, ya que en las oficinas de turismo te dan o venden mapas pero no se explayan mucho en darte explicaciones. Desde casa había hecho una búsqueda exhaustiva de lo que no quería perderme en la isla y realmente una vez allí nos sirvió más de lo que pensé en un principio.
Después de un tazón de café aguado pero reconfortante estábamos preparados para salir de Reykjahlíð. Dejamos atrás el pueblo y a los 10 minutos ya vislumbrábamos Hverir. Situada a los pies de las colinas del Námafjall, es la zona donde las solfataras surgen con más fuerza en la isla. Éstas se complementan además con barros hirvientes y manantiales en ebullición. Se recomienda a los visitantes a Hverir que extremen la precaución en la zona, ya que el terreno puede ceder. Se ha habilitado un camino con cuerdas para evitar sorpresas y quemaduras (según la pequeña guía de la zona que cogimos en la oficina de turismo, más de uno ha salido con quemaduras graves por acercarse demasiado donde no debía).
Sólo entrar en esa zona extraña uno se queda maravillado por los colores de la montaña. Negros, rojos, amarillos, verdes, azules, marrones… hay toda una compleja tonalidad en la tierra del Námafjall. Salimos del coche y notamos que el aire es todavía peor que el día anterior. Es como para salir volando. En este momento, y aún siendo Agosto, entiendo las recomendaciones de las guías en cuanto a la importancia de llevar cortavientos por muy verano que sea. Así que nos cubrimos bien con nuestras capuchas para pasear por esa tierra marciana. Hay un olor a azufre que definiría como bastante insoportable. Además, el viento hace que al pasar al lado de las fumarolas el vapor te cubra por completo. Aunque por suerte no se queda muy impregnado en la ropa, el olor a azufre nos acompaña todo el día por la zona de Mývatn, aunque es en Hverir donde ese olor es más fuerte.
Vale la pena acercarse también al lado opuesto de la montaña respecto donde se encuentran las solfataras. Hay una central geotérmica con una piscina de agua blanca, que resalta con el terreno de una manera algo sobrenatural. Las centrales geotérmicas son muy importantes para la economía islandesa, ya que el 85% de la energía que consume la isla proviene de la energía geotérmica. Bajo Islandia existe una gran caldera de magma que permite a sus habitantes disponer de electricidad y agua caliente gratis.
Nuestra siguiente parada nos lleva a alejarnos un poco de la carretera que rodea al lago Mývatn. Pero la visita es imprescindible si estás en la zona, accesible y no muy alejada; se trata de Krafla, la mayor y más activa región volcánica de la isla. Para llegar saliendo desde Hverir hay que seguir la ruta 1 hacia el este. A unos pocos minutos siguiendo la carretera hay que coger la bifurcación hacia el norte que lleva a la planta Geotermal de Krafla, que abastece de electricidad a Akureyri y al este de Islandia. Es una carretera estrecha pero bien asfaltada y fácilmente transitable. Se puede dejar el coche en el parking de la central o subir hasta los pies del cráter, donde también hay una zona para dejar los coches.
Como todavía nos quedaban varias caminatas por delante, preferimos llegar con el coche hasta los pies del cráter para desde allí subir andando y rodear la magnífica laguna que hay en su interior. Al salir del coche se oye un gran estruendo, pues una chimenea gigante expulsa vapor al exterior. Viene desde la central, pero como no se ve hasta que no estás arriba, la sensación es que es de la propia caldera del volcán de donde sale esa inmensa fumarola. Empezamos a ascender por la montaña, y a los pocos minutos estoy sin aliento (tengo que visitar más el gimnasio). Desde abajo la pendiente no parecía tan pronunciada, y el viento ahí arriba te obliga a apresurarte para no caer hacia el lado equivocado: quizá caer por la pendiente del cráter no te mataría del todo, pero el agua de la laguna no es precisamente un sitio muy recomendable donde meterse.
Una vez subes hasta arriba la vista es espectacular: un paisaje post-apocalíptico de montañas de tonos rojizos y negros, donde es imposible vislumbrar ningún tipo de vegetación. Rodeando el cráter también nos encontramos con nieves perpetuas y fumarolas de vapor ardiente saliendo de la tierra, una curiosa combinación de elementos. En esta zona de fumarolas y nieve el camino sí está indicado; supongo que más de uno se habrá llevado un buen susto por pisar donde no debía.
Después de visitar Krafla seguimos nuestra ruta alrededor del lago Mývatn: siguiente parada Dimmuborgir. Para los que quieran descansar un poco y tomar una bebida caliente, aquí encontraréis una cafetería y una pequeña tienda con ropa de abrigo y souvenirs. Como llevábamos nuestros sandwiches preparados en el coche, pasamos del bar y tomamos un tentempié rápido para seguir caminando ligeros. Después de haber visitado Hljodaklettar, la verdad es que Dimmuborgir no me llamó mucho la atención. Valió la pena dar un pequeño paseo para ver las formaciones de roca negra que flanquean el camino que recorre la zona. Pero cogimos el camino corto, ya que como en la mayoría de puntos de interés en Islandia, se pueden elegir excursiones con duraciones muy variadas. El paseo fue agradable; era la primera vez en todo el día que no sentía el viento helado y cortante en la cara al caminar. Las piedras protegían de las inclemencias del tiempo, y además el sol salió tímidamente durante digamos unos 15 minutos. Como nota curiosa del lugar: en Dimmuborgir aparecen elfos en Navidad. Son los «Yule Lads». Aquí dejo un enlace donde se explica quiénes son estos personajes.
La siguiente y última parada que hicimos en Mývatn, Skútustaðir, ya sí estaba tocando al lago. Haciendo honor a su nombre, «Lago de las moscas», esos molestos insectos se lanzaron al ataque sólo poner un pie fuera del coche. Si no fuera porque no queríamos irnos sin dar un pequeño paseo por los pseudocráteres* que allí se encuentran, hubiera sido para salir corriendo. *(Los pseudocráteres son pequeñas formaciones volcánicas que tienen su origen en avenidas de lava hirviente que caían al lago, derivando en bolsas de agua y explosiones de escoria que al solidificarse creaban estas curiosas formaciones parecidas a mini calderas).
Después de esta última parada era hora de volver a Húsavík. Todavía queríamos acabar de rodear el lago y teníamos una hora y media larga de camino para llegar a destino. Había una parte de la carretera de vuelta que estaba sin asfaltar y por la que encontramos una densa niebla que no nos dejaba ver unos metros más allá del coche. Así que avanzamos despacio intentando vislumbrar algo del paisaje, que ahora había pasado a tener un toque algo fantasmal 🙂
Llegamos cansados y con ganas de preparar una suculenta y merecida cena en la cabaña. Había que recuperar fuerzas para el día siguiente. Me hubiera quedado más tiempo por el norte pero los días que íbamos a estar en la isla estaban muy contados y no podíamos perdernos ciertos puntos imprescindibles de ver si se visita Islandia. Tocaba volver a coger la carretera hacia el sur.
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