Hace unas semanas HBO estrenaba la magnífica serie Chernobyl. La crudeza de la serie nos deja unas imágenes que nos trasladan a un infierno de radiación. La fotografía, el guión, el reparto, hacen de Chernobyl una de las series imprescindibles de este año.
Mientras la iba visionando estas últimas semanas, recordaba nuestro viaje a Ucrania en 2009 y la visita a la zona de exclusión. Ese año el nuevo sarcófago que debía cubrir el reactor estaba todavía en construcción (no se acabaría hasta 2016) y la entrada a los edificios de Prypiat no estaba vetada. A continuación reproduzco la entrada al blog que hice en su día.
VISITA A CHERNOBYL – AGOSTO DE 2009
Este Agosto pasado, al tercer día de nuestra llegada a Ucrania, visitamos el lugar donde acaeció una de las tragedias que obligaría a reflexionar al mundo sobre los peligros de la energía nuclear: Chernobyl.
La desgraciada catástrofe que tuvo lugar en Chernobyl en los 80 es conocida en todo el mundo, pero pocos saben qué ha sido de aquella zona donde la radiación obligó a la población a dejar sus casas para siempre. Hoy a esa área se le llama Zona de Exclusión, y ocupa 30 km. alrededor de la planta nuclear. Está restringida a toda persona que no lleve una autorización para acceder a la zona, con controles que supervisan la documentación de los que entran y examinan las dosis de radiación de los que salen.
La opción más fácil para entrar sin problemas es concertar la visita con una de las agencias de viajes que se encuentran en Kiev (como experiencia personal recomendaría la agencia New Logic). Habíamos viajado un grupo de 7 personas desde Barcelona y alquilado un minibus. Así, tuvimos la oportunidad de entrar sólos con nuestro guía en Prypiat, algo que intensificó la sensación de estar en una verdadera ciudad fantasma.
Radiación
Contrariamente a lo que pensaba antes de llegar a la zona de exclusión, hay bastante gente viviendo dentro del perímetro “abandonado”. Para la población que vive en la zona se ha calculado que las dosis de radiación que están recibiendo son entre un 0,6% y un 1,8% superior a la media que recibe una persona durante toda su vida, lo que puede incrementar los riesgos de padecer cáncer (aunque los estudios que se han hecho concluyen que hay menos de un 0,1% de incremento de riesgo).
Las mayores dosis de radiación para la población que habitaba en las zonas circundantes durante las primeras semanas después del accidente (Ucrania, Bielorrusia y partes de Rusia) fueron de yodo radiactivo I-131. Este radioisótopo afecta a la glándula tiroides de las personas, sobre todo a la de los niños, incrementando el riesgo de padecer cáncer de tiroides.
El yodo radiactivo I-131 tiene una vida media de 8 días, por lo que ahora no hay peligro para el que se adentra en la zona de exclusión, pero se ha comprobado que hubo un incremento en casos de cáncer de tiroides entre la población que bebió leche y comió alimentos contaminados durante los meses de Mayo y Junio de 1986.
Hoy el nivel residual de radiación en la zona viene del caesium-137. Este radioisótopo puede ser fácilmente detectado en suelos y alimentos de la zona. Si se ingesta caesium-137, la mayor parte es absorbida por el cuerpo humano y depositada en los tejidos blandos y en la médula ósea. El cuerpo tarda entre 80 y 130 días en eliminarlo, y mientras que está en el cuerpo, las partículas beta y rayos gamma del caesium-137 van dañando los órganos y el ADN, lo que puede provocar cáncer o incluso la muerte.
Visita a la central nuclear
Comienza nuestra visita. Después de entrar al pueblo de Chernobyl nos dirigimos a la central nuclear. Estamos muy cerca del cuarto reactor, del sarcófago bajo el que descansan toneladas de material radiactivo. Pero antes de entrar a la sala donde nos explicarán un poco la historia de la central y el proyecto que hay en marcha nos acercamos al río adyacente a la planta.
Un puente que soporta una antigua vía de tren abandonada nos sirve como plataforma para observar algo increible: el río está poblado por peces gigantescos. Son peces gato, tan grandes que se pueden observar sus bigotes perfectamente desde donde estamos. Nuestro guía, Yuri, viene preparado para la ocasión. Saca una barra de pan del minibús y la parte en trozos para que alimentemos a los peces. A lanzar el alimento al agua nos quedamos maravillados viendo como saltan con maestría, el pan sólo dura unos segundos desde que cae a la superficie. La naturaleza que nos rodéa, los peces saltarines, el río, por un momento casi me hacen olvidar que estamos en uno de los lugares más contaminados de la tierra.
Una vez dejamos el río nos conducen a una sala con una maqueta de la central, a lo que sigue una exposición que nos deja bastante desconcertados. Hay un plan en marcha para hacer un nuevo sarcófago y sacar el combustible que el reactor contiene dentro, cuyos fondos y arbitraje incluyen a varios países de la Unión Europea. Pero una vez hecho el sarcófago todavía queda la mayor incógnita: ¿cómo se va a extraer el combustible? A esa pregunta nuestro anfitrión en la central nos dice, casi encogiéndose de hombros, que esperan que para 2018, cuando se acabe el segundo sarcófago, exista una tecnología que les permita manipular el material del interior. Es decir, que no lo saben.
Prypiat
Dejamos la sala de visitas de la central y seguimos nuestro viaje por una pequeña carretera. Cada vez hay más maleza sobresaliendo por el camino, pues la mayoría de habitantes de la zona (unos 3.000 según nuestro guía) viven en el pueblo de Chernobyl. Y pasados unos 10 minutos dejamos atrás el cartel que nos indica que acabamos de entrar en Prypiat, un verdadero pueblo fantasma a día de hoy.
Conservar Prypiat responde a la pregunta ¿Cómo quedaría nuestra ciudad si la abandonáramos durante 20 años? ¿Cómo afectaría a la fauna y vegetación circundantes?
Bloques inermes se levantan en medio de la naturaleza, ganándole terreno al asfalto que convertía calles y carreteras en lugares transitables. El papel que recubría las paredes de los edificios está totalmente resquebrajado, las escaleras y los suelos agrietados, todos los cristales rotos. El saqueo ha hecho el resto.
Caminando por una ciudad fantasma
Entrar en Prypiat es entrar en una ciudad dormitorio soviética congelada en los 80. Era una ciudad nueva, de las más nuevas de la URSS, pues había sido fundada el 1970 para los trabajadores de Chernobyl. Tenía un hotel, escuelas, centro de deportes, e incluso un teatro. Olvidado por sus calles abandonadas también se puede ver lo que iba a ser un pequeño parque de atracciones. Nunca se llegó a inaugurar.
Caminamos por la ciudad y entramos en algunos de sus edificios. Hay algo un tanto espeluznante en una ciudad moderna abandonada. La mayoría de los edificios están vacíos, pero quedan resquicios de las vidas que los habitantes de Prypiat dejaron atrás. Todavía se conservan los coloridos murales con simbología comunista que adornaban el centro de deportes, y la piscina está intacta; el teatro conserva sus focos, sus gradas, y en una sala adyacente, multitud de retratos de personajes de la política apoyados en las paredes y desperdigados por el suelo; la escuela está llena de murales, de libros, incluso queda algún disco destrozado en la clase de música. Todo contaminado por la radioactividad.
Prypiat es un lugar que no hay que olvidar. Una ciudad arrasada por la radioactividad no se puede limpiar, ni reconstruir. Está muerta para siempre.
*Las imágenes utilizadas en esta entrada tienen copyright RM.