Debido a lo que se jugaban en Estados Unidos en las últimas elecciones, proliferaron en todos los medios reportajes y entrevistas de periodistas que recorrían el país. Mientras leía alguno de ellos recordaba nuestros road trips por las dos costas, por la costa oeste en 2017 y por la costa este en 2012. De este último hace ya algún tiempo. Pero me han venido ganas de escribir algo sobre ese viaje por Nueva Inglaterra.
Aterrizábamos en Nueva York un Domingo 3 de Junio a mediodía. Recogíamos el coche de alquiler y empezábamos nuestra ruta hacia el norte. El primer destino era Maine, preferíamos reservar la gran ciudad para la vuelta. Algunos kilómetros después de dejar atrás el aeropuerto, vislumbramos Manhattan a lo lejos. No negaré que sentí cierta pena al alejarme de la Gran Manzana sin haber puesto los pies en sus calles. Pero en unos días ya tendríamos tiempo de patear el asfalto.
¿Porqué Maine? Pues la respuesta está en los libros de Stephen King y la localización de sus historias. Siempre que veía una imagen de ese estado me parecía que tenía una costa increíble. Tenía ganas de ver sus puertos, los faros de postal y los barcos atracando al atardecer. La verdad es que no defrauda. Y por lo visto pasan muchas cosas extrañas en esa parte del mundo 🙂
Dormir en Connecticut
Para llegar de Nueva York al sur de Maine el trayecto no es muy largo. Hay unas 5 horas en coche, pasando por los estados de New York, Connecticut, Rhode Island, Massachussets y New Hampshire. Hubiera sido interesante parar en cada uno de ellos. Pero en sólo 9 días no íbamos a tener tiempo de todo, había que elegir.
Después de más de 8 horas de vuelo y las esperas de rigor en la cola de aduanas, el primer día no queríamos hacer grandes distancias. Por eso elegimos un pequeño motel en la población de Guilford, en el estado de Connecticut. Como era la primera vez que estábamos en Estados Unidos nos impresionaba todo lo que había a nuestro alrededor. También era la primera vez que íbamos a dormir en un motel de carretera como los de las películas. Y a cenar en un diner.
Tower Inn & Suites – Motel en Guilford
Portland
A la mañana siguiente muy temprano dejábamos atrás Guilford para recorrer los estados que nos separaban de Maine. Todo en la carretera llamaba nuestra atención. Los autobuses escolares tantas veces vistos en las pelis, los mega centros comerciales en los márgenes de pueblos y ciudades, lo grande que les gusta todo (como los coches o las camas de los hoteles, en las que los pies no te llegan al suelo).
Al llegar a Portland llovizneaba, pero no queríamos dejar pasar la oportunidad de ver su antigua zona del puerto. Es la mayor ciudad de Maine y centro neurálgico del estado.
Fundada en 1632, y constituida como ciudad en 1833, Portland posee un centro histórico con una arquitectura del XIX. Sólo es necesario acercarse al área del puerto, aparcar el coche, y empezar a caminar por algunas de sus calles. Sus edificios rojos, sobre todo de época victoriana, te trasladan fácilmente a una escena de farolas de gas y carruajes.
Maine, Vacationland
Aunque fuera de Estados Unidos es un destino poco conocido, las placas de los coches de Maine llevan la inscripción «Vacationland» (tierra de vacaciones). Es un estado muy popular para la gente de las ciudades de la costa este y como retiro de jubilados. Un lugar perfecto si te gustan los pueblos de costa pintorescos. Y a uno de esos pueblos nos dirigimos al dejar Portland.
Camden
Camden se encuentra en la costa central de Maine. Es un lugar colorido y tranquilo, con un bonito puerto lleno de barcos de vela. Sólo poner los pies en el pueblo aplaudimos la elección que habíamos hecho. Camden iba a ser el punto desde el que nos íbamos a mover por el estado.
Habíamos reservado 3 noches en un motel a unos 15 minutos caminando desde el centro. El Towne Motel, con su cuidada entrada y sus flores en la puerta principal era un edificio que invitaba a quedarse.
Primer contacto
Como en casi todos los pueblos de Estados Unidos, el centro realmente es una sola calle principal. Los demás edificios y casas se reparten desperdigados alrededor de esa arteria.
En Junio todavía no había muchos turistas, por lo que pudimos deambular con calma por sus calles, pequeñas tiendas y el puerto.
La Costa desde una goleta
Una actividad recomendable a hacer en Camden es una excursión en un velero de madera. Decidimos escoger una excursión de unas dos horas. Un paseo acompañados de la brisa marina con una sorpresa final: el avistamiento de una gran colonia de focas en un islote frente a la costa.
Probar la langosta de Maine
La langosta es omnipresente en restaurantes y bares, porque aquí abunda y es barata. La cocinan de multitud de maneras, y puedes encontrarla en ensaladas, pastas, como aperitivo o como plato principal.
Además de la langosta, abundan platos a base de pescado y marisco fresco: almejas, mejillones, ostras, gambas, cangrejo, salmón o eglefino, entre otros.
En Camden hay multitud de restaurantes donde saborear estos platos. De los que probamos me quedo con el Waterfront. Nos lo recomendaron el día que hicimos la excursión en velero. Además de una cocina deliciosa, su interior está decorado con un estilo entre rústico y marinero. Por la noche, a principios de Junio todavía tenían encendida la chimenea. Y para acabar de crear cierto ambiente, las luces tenues se acompañaban de una vela encendida en cada mesa.
Los negocios pueden cambiar mucho en casi 10 años, no sé si el Waterfront seguirá igual. Pero si alguna vez te decides a visitar Maine y pasas por Camden, no estaría de más comprobarlo.
Castine
Si quieres ver un pueblo de costa típico de Maine pero sin la estructura turística de Camden, puedes llegar hasta Castine. Con una población de unos 1.400 habitantes, está considerado uno de los pueblos más antiguos de Nueva Inglaterra.
Tiene una fantástica bahía con varios veleros fondeados, pero lo que llama muchísimo la atención son sus casas señoriales, algunas de madera y otras de ladrillo rojo al estilo victoriano.
Moosehead Lake
Uno de los días que pasamos en Maine lo dedicamos completo a visitar Moosehead Lake. Sólo escuchar el nombre ya daban ganas de llegar a ese lugar un tanto apartado. Está en la parte interior, ya cerca de la frontera con Canadá.
Además de ver el lago en sí y hacer alguna excursión por la zona, nos parecía interesante adentrarnos en el interior del estado. La ruta en coche hasta Greenville, la población destino antes de visitar algún parque natural, pasaba por pequeños pueblos de casas de madera y estaba rodeada de naturaleza. Las algo más de dos horas en coche que había desde Camden tomaban una ruta interesante de recorrer.
Como bien indica su nombre, la zona es conocida por su población de alces. Según nos explicaron en la oficina de turismo de Greenville, se pueden avistar recorriendo las orillas del lago o contratando un tour con un guía que conoce los puntos donde suelen estar. Las excursiones son al amanecer o al atardecer, cuando los alces se acercan al lago a beber agua.
Como la distancia que nos separaba de Camden no era pequeña y era mejor evitar conducir de noche de vuelta, decidimos no coger el tour y visitar algún parque natural por nuestra cuenta.
Después de tomar un reconfortante café en una de las tiendas del pueblo, deambulamos un poco por Greenville y nos decidimos a entrar a comer al Auntie M’s, una cafetería con una pinta bastante kitsch.
Era temprano todavía. Y aunque llovizneaba nos dispusimos a adentrarnos en la naturaleza para ver si veíamos algún alce despistado. No nos topamos con ninguno, pero sí nos encontramos con la sorpresa del Lili Bay State Park. Un parque natural con el lago Moosehead como protagonista que estaba totalmente vacío. Como muestra nuestro coche aparcado en un parking desierto.
Decidimos hacer una pequeña ruta circular de una hora que salía del mismo parking, un bonito sendero que en ciertos momentos bordeaba el lago. Además salió el sol, lo que nos permitió hacer la excursión tranquilamente sin preocuparnos de la lluvia.
Daba algo de pena despedirse de Maine, pero los días que teníamos no daban para más. Debíamos retomar el camino hacia el sur. Nuestra siguiente parada sería en uno de los pueblos más conocidos de Estados Unidos: Salem.
Witchcraft
Llegamos a Salem, en Massachussets, a última hora de la mañana. Después de comer en un Wendy’s a las afueras nos dirigimos a ver los lugares más icónicos del centro.
Justo cuando aparcamos el coche, empieza a diluviar y nos refugiamos en una cafetería donde te sirven en tazones gigantes. Me recuerdan a los que veía en Friends. Miro por la ventana desde una silla confortable y veo la lluvia caer. Es un momento de la vuelta hacia Nueva York que se me ha quedado grabado en la memoria.
Poco a poco la lluvia va cesando y sale un sol espléndido que nos acompañará toda la tarde. Así, empezamos nuestra visita por el antiguo Cementerio de Salem, y uno de los más antiguos de Estados Unidos.
Seguimos caminando por las calles de Salem y nos vamos encontrando con rincones interesantes. Tiendas con todo tipo de parafernalia brujeril, casas antiguas, librerías donde no caben más libros apilados. Mientras caminamos un hombre se para delante nuestro y nos bendice. En las afueras también hemos tenido algún episodio extraño en Wendy’s. Debe ser la vuelta a la civilización.
Tampoco podía faltar la visita a The Witch House. Es un museo ubicado en casa del juez Jonathan Corwin, única estructura que todavía queda en pie de la época de los famosos juicios por brujería en 1692.
Volvemos por otro camino hacia el puerto. La tarde va pasando y debemos seguir nuestro camino. Nos despedimos de Salem desde uno de los espigones.
Casi llegamos al final de nuestro road trip. La última noche volveremos a dormir en Connecticut y a la mañana siguiente empezaremos nuestro periplo por Manhattan. Tengo ganas de llegar a la Gran Manzana pero sé que añoraré los espacios abiertos y la naturaleza que dejamos atrás. Quizá volveremos por aquí algún día. Me gustaría ver la Costa Este en otoño.