Verano 2021: viendo cómo la normativa covid podía cambiar por momentos, decidimos elegir un destino al que llegar en coche y olvidarnos del avión.Así, el 26 de Agosto por la mañana cargábamos el coche como si fuéramos a estar ausentes un año y no los 8 días que iba a durar el viaje, y poníamos rumbo a Bretaña.
Cosas positivas de llevar tu propio coche:
-Puedes cargar con tus propios víveres y comprar sólo la comida fresca en las tiendas locales.
-Puedes llevar cualquier cosa que se te pase por la cabeza, aunque sea un por si acaso y al final no salga de la maleta/maletero.
-Te ahorras tiempos de espera evitando embarques, aduanas, y las cada vez más comunes colas en los rental car.
Cosas negativas:
-En un principio, si no eres Marco Polo tienes un radio limitado de viaje.
-Casi no recordaba lo que es pasarse horas y horas conduciendo por una aburrida autopista. Cuando viajamos en avión la autopista sólo la cogemos puntualmente y si no hay más remedio. Una vez en destino siempre cogemos carreteras secundarias que cruzan pueblos y ciudades.
Dicho esto, quizá fuimos demasiado ambiciosos en cuanto a los km a recorrer el primer día. Queríamos llegar desde Barcelona a Bretaña en una sola jornada para poder aprovechar los días allí. Cuando salimos de casa y el GPS marcó 1.061 km. para llegar ya no era el dato de una consulta en el ordenador sino una distancia a recorrer de verdad. Pero a base de paciencia, cambio entre conductores, pequeñas paradas y café llegamos a destino a las 20:00 de la tarde sin problema.
Un alojamiento campestre
Nuestro alojamiento durante dos noches iba a ser una casita de campo en medio de la pequeña comuna de Saint-Gravé, a 10 minutos de Rochefort-en-Terre. Resultó acogedora y tranquila. Por la noche, al salir a tomar algo a la terraza, sólo escuchábamos el sonido de los insectos y otros habitantes de la noche. Era una ubicación ideal para explorar los alrededores.
Alojamiento: https://www.airbnb.es/rooms/44060287?guests=1&adults=1
Ese día ya era tarde para salir a cenar según los estándares franceses. Así, como no encontraríamos nada abierto al llegar íbamos preparados. Cocinamos una rica tortilla de patatas con varias cosas para picar, un buen vino, y listo! Era una gran satisfacción sentarse a cenar después del palizón de coche.
Un paraíso para artesanos
A la mañana siguiente empezamos el día con la visita a Rochefort-en-Terre. Forma parte de «Les plus beaux villages de France«, «Petites Cités de Caractère» y de «Villes et villages fleuris«. Con esta lista de reconocimientos se puede imaginar que es un pueblo muy turístico.
Es recomendable madrugar o visitarlo a última hora de la tarde para apreciarlo mejor. Nosotros llegamos algo pasadas las 10:00 de la mañana y se podía pasear sin agobio. A esa hora los comercios que dan vida al pueblo ya estaban abiertos. También volvimos a las 7 de la tarde para cenar en uno de sus restaurantes. Los dos momentos del día tienen su qué, ya que por la tarde, aunque esté todo cerrado, es cuando puedes apreciar la plaza central prácticamente desierta.
La arquitectura de Rochefort-en-Terre y su profusa decoración floral le dan un aspecto como de cuento de hadas. La Place du Puits, con sus casas construidas entre el siglo XIV y el XVIII, es buen ejemplo de ello.
La mañana se pasa rápido curioseando entre todos sus talleres de artesanía y galerías de arte. Aunque comentaba que Rochefort es un pueblo turístico, no lo es al uso. Aquí casi todas las tiendas tienen productos únicos, artesanales, algunos muy curiosos. En muchas de ellas puedes ver cómo se están elaborando las piezas que más tarde estarán a la venta.
No se puede entrar al castillo, pero sí pasear por su jardín y alrededores.
Se llega a él a través de un porticón cubierto de vegetación. Una vez pasada la entrada nos encontramos con una esplanada cubierta de cesped y flores, con algunas hamacas esparcidas por el terreno.
A mediodía nos despedimos por un rato de Rochefort-en-Terre y nos dirigimos a visitar otra joya de la arquitectura, Josselin.
Un imponente castillo junto al canal
Después de conducir unos 40 minutos entrábamos a la ciudad medieval de Josselin. Fundada alrededor del siglo XI, como la mayoría de ciudades fue destruida y reconstruida varias veces. El elemento que la hace más especial es su imponente castillo del siglo XIV. Ya sería llamativo entonces, pero con la construcción del canal que iría de Nantes a Brest en el siglo XIX todavía lo sería más.
Todavía hoy es el hogar de la familia Rohan (lo lleva siendo desde hace 1.000 años). Aunque hay pocas salas abiertas vale la pena entrar. Las estancias están amuebladas y acondicionadas con mobiliario y retratos de varias épocas del castillo. La fachada de la fortaleza, de estilo gótico flamígero, es también imponente.
La visita más larga es en el exterior, en los jardines que se incluyeron ya más tarde, en el siglo XX. Además de varias estatuas que se han colocado aquí y allá, el camino es interesante por la variedad de vegetación que plantaron en su recorrido.
Qué más se puede comentar sobre Josselin?
*En nuestro paseo mirando hacia el canal vimos algunos barcos atracados. Y es que este es uno de los múltiples canales donde se puede hacer un crucero fluvial en Francia. Se utilizan pequeños barcos que se pueden alquilar y para los que no es necesario ningún título específico. Debe ser una experiencia interesante. Quizá algún día lo probemos, aunque algo más cerca de casa, en el canal du Midi.
*Recomendable recorrer la ciudadela medieval, donde se agrupan los comercios y restaurantes. Lo más destacable es su bien conservada arquitectura, con la madera de las fachadas restaurada y pintada con tonos pastel.
*Me llamó mucho la atención lo que ellos llaman el jardín de rosas medieval. Es un espacio emmurallado donde sí, hay rosales, pero no creo que sea lo más destacable. No imaginéis un jardín de ensueño cuidadísimo. Lo genial de este jardín es el proyecto que ha montado el ayuntamiento, convirtiéndolo en un espacio comunal donde todo el pueblo puede ir a recoger lo sembrado. Se han plantado toda clase de p`lantas aromáticas y nombrado con una pequeña pizarra. Así, si esa tarde tienes pensado cocinar algo y necesitas hierbas arom´áticas recién cortadas, puedes acercarte al jardín y servirte tú mismo. Sería algo bonito a copiar.
Atardecer en Rochefort-en-Terre
Al acabar la visita en Josselin volvimos a nuestra casita para asearnos y descansar un poco. Esa noche queríamos salir a cenar para probar la cocina local. Así, volvimos a Rochefort-en-Terre y deambulamos por sus calles prácticamente vacías. Era curioso ver el contraste con la mañana. Después de mirar las cartas en varios restaurantes nos decidimos por el que tenía una pequeña terraza sobre la calle principal, la Creperie du Puits. Y acertamos. La comida era buena y el precio normalito para ser un pueblo tan turístico. Me quedé con el nombre de la salsa que tengo que intentar reproducir, la Sauce forestière. Todavía no he encontrado el momento, pero la tengo pendiente para mis experimentos en la cocina.
Y de esa forma nos despedíamos de esa región bretona. Al día siguiente poníamos rumbo a Plouescat, en el departament costero de Finistère.